EMILIO CASES

Hoy laten los recuerdos de un pasado que hoy se vuelve presente, me llegan la luz y las palabras de ese día compartiendo tiempo con mi madre.

Una vinoteca en Gijón, cerca de Cimadevilla,era testigo de nuestras confidencias, y yo , inconscientemente haciendo uso de ese niño que calzas por dentro,comencé a plegar un papel.

Mis manos avanzaban hacia algo,que tenía forma,y yo no sabía terminar, aunque el tacto de mis dedos, tocaba ya una realidad conocida; le pregunté:” ¿madre me dices cómo se acaba?” , me respondió sonriente:” Claro Emilio”; Ella con la suavidad de un hechizo, le dio al papel el último giro, y con el ámbar de sus manos, le dio vida.

Entre sus manos nacía ya una hermosa pajarita.

La abuela Margarita y el abuelo Luis, frecuentaban una cafetería cerca de la estación, en Oviedo, donde absortos de todo, pasaban tardes de cafés y ensaimada; ella le hacía a él una pajarita de papel, que él convertía en una cajita y se la devolvía; ella entre dobleces y giros transformaba su cajita en un precioso marquito, que a su vez el abuelo, con sus dedos hacía, fruto de ese marquito, una góndola.

Intercambios silenciosos de un amor de ida y vuelta; y así días y días se repetía la mágica secuencia de la pajarita de papel.

Por eso madre, abuelos , quiero dibujar vuestras vidas con los bocetos de mis manos.

Que las pajaritas recorran el mundo entero, de mil formas , texturas y colores, y viajen repartiendo ese Amor que desprendieron desde antaño.